domingo, 31 de julio de 2011

EVANGELIO DE HOY DOMINGO 31 DE JULIO, XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Domingo XVIII (A) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 14,13-21): En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos.

Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que, vayan a las aldeas y se compren de comer». Jesús les replicó: «No hace falta qué vayan, dadles vosotros de comer». Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces». Les dijo: «Traédmelos».

Mandó a la gente que se recostara en la hierba y tomando los cinco panes y los dos peces alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

Comentario: Fr. Roger J. LANDRY (Hyannis, Massachusetts, Estados Unidos)

«Traédmelos»

Hoy, Jesús nos muestra lo mucho que desea involucrarnos en su trabajo de redención. Él, que ha creado el cielo y la tierra de la nada, hubiese podido —de igual forma— haber fácilmente creado un opíparo banquete para saciar a aquella multitud.

Pero prefirió hacer el milagro partiendo de lo único que sus discípulos podían entregarle. «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces» (Mt 14,17), le dijeron. «Traédmelos» (Mt 14,18), les respondió Jesús. Y el Señor llevó a cabo la multiplicación de tan exiguo recurso —ni tan sólo suficiente para alimentar a una familia normal— para dar de comer a unas 5000 familias.

El Señor procedió de igual forma en el festín de las bodas de Caná. Él, que creó todos los mares, podía fácilmente haber llenado con el vino más selecto aquellas tinajas de más de 100 litros, partiendo de cero. Pero, de nuevo, prefirió involucrar a sus criaturas en el milagro, haciendo que, primero, llenasen los recipientes de agua.

Y, el mismo principio, podemos apreciarlo en la celebración de la Eucaristía. Jesús empieza no de la nada, ni tampoco de cereales o de uvas, sino del pan y del vino, que ya conllevan en sí el trabajo de manos humanas.

El difunto Cardenal Francisco Javier Nguyen van Thuan, prisionero de los comunistas vietnamitas desde 1975 al 1988, se preguntaba cómo podría favorecer el Reino de Cristo y preocuparse de su rebaño mientras intentaba sobreponerse al brutal sufrimiento de su solitario confinamiento. Y, dándose cuenta de lo poco que podía hacer desde la celda de su cárcel, pensó que, al menos, cada día, podría ofrecer al Señor sus “cinco panes y dos peces” y dejar que Dios hiciese el resto. Y el Señor multiplicó aquellos pequeños esfuerzos convirtiéndolos en un testimonio que ha inspirado no sólo a los vietnamitas, sino a toda la Iglesia.

Hoy, el Señor nos pide a nosotros, sus modernos discípulos, que “demos a las multitudes algo de comer” (cf. Mt 14,16). No importa lo mucho o poco que tengamos: démoslo al Señor y dejemos que Él continúe a partir de ahí




EL COMENTARIO DE MONSEÑOR JESUS SANZ MONTES, ARZOBISPO DE OVIEDO


Evangelio del domingo: El hambre de los hombres
Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo

OVIEDO, viernes 29 de julio de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario al pasaje evangélico (Mateo 14, 13-21) de este domingo 31 de julio, XVIII del tiempo ordinario, redactado por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo,

* * *

En una de las intervenciones de Jesús con aquellas muchedumbres, sucedió lo que era previsible: el problema del horario. Llegaba la hora de comer y eso representaba un problema para la “organización”. El Evangelio de este domingo nos presenta una escena conocida como la multiplicación de los panes y los peces. Una muchedumbre que se arremolinaba en torno a Jesús para escuchar atenta su enseñanza o para presenciar curiosa alguno de sus milagros, en una ocasión se encontraron en plena montaña. El apuro ante semejante responsabilidad de dar de comer a tal muchedumbre, debió abrumar a los discípulos, porque Jesús no comenzó con el milagro multiplicador, sino que comenzó con la provocación a aquellos seguidores suyos: dadles vosotros de comer. Podemos suponer cómo se quedarían sus rostros ante el espectáculo de más de cinco mil personas.

Quizás lo más importante para ser de veras un instrumento de Dios es tener conciencia de la desproporción entre la misión que se nos asigna y nuestra propia capacidad. Cuando hablamos de la paz, del amor, de la esperanza… cuántas veces nos sentimos desbordados, como si fuera imposible semejante empresa de pacificar, enamorar y esperanzar a nuestros hermanos. Esto es lo que aquellos discípulos debieron experimentar hasta el pasmo.

Y es entonces cuando interviene Jesús: hay un chaval que tiene cinco panes y un par de peces. El milagro se haría, y con creces, como acostumbraba Jesús. Y quedaron todos pasmados, sobre todo los discípulos que no sabían dónde meter sus cálculos y sus temores ante semejante gesto del Maestro. Aquel milagro se hizo a partir de ese poco que un muchacho les prestó. Jesús actuará para dar el mucho desde ese poco que los discípulos y el chaval pudieron aportar.

Pienso en los hambrientos de nuestro mundo, sean cuales sean sus hambres. Pienso en los panes y peces que nuestra pequeñez puede ofrecer. El milagro pide entrada también en nuestro mundo, y Jesús está dispuesto a realizarlo. Un pequeño gesto de paz, de fe, de ternura, de misericordia, de amor, de fidelidad… puede ser el diseño pequeño de un mundo pacífico, tierno, creyente, amoroso y fiel. Jesús nos pide nuestro poco, y Él hará el mucho que nuestros contemporáneos puedan necesitar.

El Señor os bendiga y os guarde.

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Documentación
Mensaje de Benedicto XVI a los Padres Somascos
La pobreza de amor, raíz de todo problema humano

CASTEL GANDOLFO, viernes 29 de julio de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que Benedicto XVI ha dirigido al prepósito general de los Clérigos Regulares Somascos, con motivo del año jubilar convocado por la Orden en el quinto centenario de la prodigiosa liberación de la cárcel del fundador, san Jerónimo Emiliani (1486-1537).

Las celebraciones se inaugurarán en Venecia, el 25 de septiembre próximo, con la misa en la basílica de San Marcos, y continuarán durante todo el año con una serie de encuentros históricos dedicados a la figura y a la espiritualidad del santo. El último acto será la marcha nocturna de los jóvenes desde Maserada hasta el santuario de la Virgen Grande de Treviso, en Italia. La clausura oficial tendrá lugar en Somasca el 30 de septiembre de 2012.

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Al reverendo padre Franco Moscone, c.r.s.

Prepósito general de la Orden de los Clérigos Regulares Somascos

He sabido con profunda complacencia que esta Orden se prepara para celebrar con un año jubilar una fecha feliz e importante para su historia y su carisma. El 27 de septiembre próximo, de hecho, se celebrará el quinto centenario de la prodigiosa liberación de la cárcel, por obra de María Santísima, del fundador, san Jerónimo Emiliani, patrón universal de los huérfanos y de la juventud abandonada: un evento prodigioso que, al mismo tiempo, cambió el curso de una vida humana y dio inicio a una experiencia de vida consagrada sumamente significativa para la historia de la Iglesia.

La vida del laico Girolamo Miani, veneciano, fue como “refundada” en la noche del 27 de septiembre de 1511, cuando después de un sincero voto de cambiar de conducta, presentado a la Virgen Grande de Treviso, por intercesión de la Madre de Dios, quedo liberado de los grilletes de la prisión, que él mismo colocó ante el altar de la Virgen.

“Dirupisti vincula mea” (Salmo 116, 16). El versículo del salmo expresa la auténtica revolución interior que tuvo lugar después de aquella liberación, ligada a las atormentadas vicisitudes políticas de la época. Se convirtió en una renovación integral de la personalidad de Jerónimo: fue liberado por intervención divina, de los lazos del egoísmo, del orgullo, de la búsqueda de la afirmación personal, de modo que su existencia, en un primer momento orientada sobre todo a los bienes temporales, se centró únicamente en Dios, amado y servido de manera particular en la juventud huérfana, enferma y abandonada.

Orientado por sus vicisitudes familiares, a causa de las cuales se había convertido en tutor de todos sus sobrinos que quedaron huérfanos, san Jerónimo maduró la idea de que la juventud, sobre todo la más necesitada, no puede ser abandonada, sino que para crecer de una manera sana requiere un requisito esencial: el amor. En él, el amor superaba el ingenio, y dado que era un amor que surgía de la caridad misma de Dios, estaba lleno de paciencia y de comprensión: atento, tierno y dispuesto al sacrificio, como el de una madre.

La Iglesia del siglo XVI, dividida por el cisma protestante, en búsqueda de una seria reforma también en su interior, gozó de un reflorecimiento de santidad que se convirtió en la primera y más original respuesta a las instancias renovadoras. El testimonio de los santos muestra que sólo hay que confiar en Dios: las pruebas, de hecho, tanto a nivel personal como institucional, sirven para aumentar la fe. Dios tiene sus planes, incluso cuando no logramos comprender sus disposiciones.

La atención por la juventud y su educación humana y cristiana, que caracteriza el carisma de los Somascos, sigue siendo un compromiso de la Iglesia, en todo tiempo y lugar. Es necesario que el crecimiento de las nuevas generaciones sea alimentado no sólo por nociones culturales y técnicas, sino sobre todo por el amor, que vence al individualismo y al egoísmo y permite prestar atención a las necesidades de todo hermano y hermana, incluso cuando no puede intercambiarlas, es más, precisamente entonces. El ejemplo luminoso de san Jerónimo Emiliani, definido por el beato Juan Pablo II “laico animador de laicos”, ayuda a preocuparse por toda pobreza de nuestra juventud, moral, física, existencial, y ante todo, la pobreza de amor, raíz de todo serio problema humano.

Seguirá guiándonos con su apoyo la Virgen María, modelo insuperable de fe y de caridad. Al igual que liberó de las cadenas que tenían prisionero a san Jerónimo, que con su materna bondad siga liberando a los hombres de los lazos del pecado y de la prisión de una vida privada del amor por Dios y por los hermanos, ofreciendo las llaves que nos abren el corazón de Dios y nuestro corazón a Dios.

Con estos sentimientos, le imparto a usted, reverendo padre, a todos los miembros de la Familia Somasca, y a cuantos se unirán con fe a las celebraciones jubilares una especial bendición apostólica.

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