martes, 28 de junio de 2011

EVANGELIO DEL MARTES XIII DEL TIEMPO ORDINARIO

Contemplar el Evangelio de hoy
Día litúrgico: Martes XIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 8,23-27): En aquel tiempo, Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero Él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?».
Comentario: Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet (Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)
«Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza»
Hoy, Martes XIII del tiempo ordinario, la liturgia nos ofrece uno de los fragmentos más impresionantes de la vida pública del Señor. La escena presenta una gran vivacidad, contrastando radicalmente la actitud de los discípulos y la de Jesús. Podemos imaginarnos la agitación que reinó sobre la barca cuando «de pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas» (Mt 8,24), pero una agitación que no fue suficiente para despertar a Jesús, que dormía. ¡Tuvieron que ser los discípulos quienes en su desesperación despertaran al Maestro!: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» (Mt 8,25).

El evangelista se sirve de todo este dramatismo para revelarnos el auténtico ser de Jesús. La tormenta no había perdido su furia y los discípulos continuaban llenos de agitación cuando el Señor, simplemente y tranquilamente, «se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza» (Mt 8,26). De la Palabra increpatoria de Jesús siguió la calma, calma que no iba destinada sólo a realizarse en el agua agitada del cielo y del mar: la Palabra de Jesús se dirigía sobre todo a calmar los corazones temerosos de sus discípulos. «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» (Mt 8,26).

Los discípulos pasaron de la turbación y del miedo a la admiración propia de aquel que acaba de asistir a algo impensable hasta entonces. La sorpresa, la admiración, la maravilla de un cambio tan drástico en la situación que vivían despertó en ellos una pregunta central: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?» (Mt 8,27). ¿Quién es el que puede calmar las tormentas del cielo y de la tierra y, a la vez, las de los corazones de los hombres? Sólo quien «durmiendo como hombre en la barca, puede dar órdenes a los vientos y al mar como Dios» (Nicetas de Remesiana).

Cuando pensamos que la tierra se nos hunde, no olvidemos que nuestro Salvador es Dios mismo hecho hombre, el cual se nos acerca por la fe.

MI REFLEXIÓN>/U>:



¡AMIGOS! ¿Qué NOS PARECE ESTA TORMENTA? Y ¿LA ACTITUD DE LOS APÓSTOLES? ¿DE VERDAD NO SE PARECE A NOSOTROS MISMOS? ¿JESÚS REPRENDE A LOS DISCÍPULOS POR LA POCA FE, ELLOS SABÍAN QUE JESÚS ESTABA ALLÍ Y SIN EMBARGO SE ASUSTAN, PIERDEN EL CONTROL Y DESESPERADAMENTE SE ACERCAN A JESÚS DICIENDO ¡¡SÁLVANOS QUE PERECEMOS!!

CUANTAS VECES EN NUESTRO INTERIOR NOTAMOS UNA CIERTA TORMENTA QUE NO NOS DEJA PENSAR NI ACTUAR, SÓLO NOS PARECE QUE DIOS SE HA APARTADO DE NOSOTROS Y EN VEZ DE DAR GRACIAS A DIOS POR ESA TORMENTA QUE SENTIMOS EN NUESTRO INTERIOR, LO QUE HACEMOS ES QUEJARNOS PENSANDO QUE JESÚS SE HA ENVIADO DE NOSOTROS, ¡SOMOS HOMBRES DE TAN POCA FE! ¡AAAA, SI TUVIÉRAMOS CONFIANZA EN DIOS DIRÍAMOS ¡SEÑOR EN TI CONFÍO, VEN EN MI AYUDA QUE SIN TI NADA SOY Y NADA PUEDO!

EN EL DÍA DE HOY Y MEDITANDO ESTE EVANGELIO, DEBEMOS HACER UN EJERCICIO DE AMOR A DIOS Y DE CONFIANZA EN EL MISMO, PENSANDO QUE NUNCA NOS DEJAN SOLO Y ABANDONADOS,. ANTES AL CONTRARIO DEBEMOS EN ESTOS MOMENTOS TENER INMENSA CONFIANZA EN TI, TENIENDO EN CUENTA QUE TU NO ESTAS NUNCA DORMIDO SINO QUE ESTAS PENDIENTE A CADA UNO DE NOSOTROS.

TERMINEMOS LA REFLEXIÓN DICIENDO :

¡SEÑOR JESÚS, DEBIDO A LA DEBILIDAD DE NUESTRA FE Y DE LAS FUERZAS DE NUESTRO CUERPO, NO NOS ABANDONES Y QUÉDATE CON NOSOTROS, COMO EL DIOS DEL AMOR, DISPUESTO SIEMPRE A SALIR A EN NUESTRA AYUDA! A M E N, ASÍ SEA POR LOS SIGLOS AMÉN.

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