lunes, 23 de agosto de 2010

DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO

EL EVANGELIO DEL DOMINGO 22 DE AGOSTO DEL 2010.

AMIGOS, YA ESTAMOS PRÁCTICAMENTE TERMINANDO EL PERÍODO VACACIONAL, DENTRO DE UN PAR DE SEMANAS COMENZARÁ EL MES DE SEPTIEMBRE, MES QUE COMIENZAN LAS CLASES Y POR TANTO LOS PADRES DE FAMILIAS NO PUEDEN CONTAR PARA IR DE VACACIONES.

NO SÉ REALMENTE COMO HEMOS VIVIDO LOS MESES DE JULIO Y AGOSTO, NO SE SI LE HEMOS DADO VACACIONES O NO A NUESTRO DEBER DE CATÓLICO, MISAS, ROSARIOS Y ORACIÓN PERO TENIENDO EN CUENTA EL AMOR A LOS DEMAS.

ENTIENDO QUE EL EVANGELIO CORRESPONDIENTE AL DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO, NOS VIENE AL PELO PARA QUE MEDITEMOS COMO ESTÁ NUESTRA RELACIÓN CON DIOS.

POR ELLO VOY A INTENTAR REFLEXIONAR PERSONALMENTE YO Y AL MISMO TIEMPO INVITARLES A QUE TODOS LOS LECTORES DE ESTE BLOG TAMBIEN LO HAGAN.

MUCHAS VECES NOS PREGUNTAMOS ¿ME SALVARE O ME CONDENARÉ? Y NO NOS PREOCUPAMOS EN REVISARNOS COMO VIVIMOS, QUE HACEMOS, COMO ESTÁ NUESTRO AMOR A LOS HERMANOS.
¿PROCURAMOS VIVIR CADA DÍA EN GRACIA DE DIOS? Y, SI POR DESGRACIA CAEMOS EN PECADO, NOS ARREPENTIMOS PIDIENDO PERDON A DIOS Y CONFESAMOS CON EL SACERDOTE PARA QUE SE NOS QUEDE PERDONADO EL PECADO?.

EN EL EVANGELIO DE HOY NOS DICE JESÚS QUE NOS ESFORCEMOS EN ENTRAR POR LA PUERTA ESTRECHA, PORQUE LA ENTRADA AL CIELO NO ES LA DE LA PUERTA ANCHA.

POR ESTA RAZÓN VOY A ADJUNTAR EL SIGUIENTE COMENTARIO


Evangelio del domingo: La lista de Cristo
Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm
OVIEDO, viernes 20 de agosto de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario al Evangelio del próximo domingo, 22 de agosto, XXI del tiempo ordinario (Lucas 13, 22-30), redactado por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y de Jaca.


* * *

Recuerdo una viñeta ya hace unos años del genial Antonio Mingote: se presentaba a dos señoras muy peripuestas que comentaban: "al final nos salvaremos... las de siempre". Pero ¿quiénes son los de siempre? Y ¿son ellos realmente los que se salvarán? ¿Por qué causa y razón? Son las preguntas que laten en el Evangelio de este domingo, cuando un espontáneo seguidor de Jesús le pregunte al Maestro: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?" (Lucas 13,23). Jesús pone un ejemplo, y con notable ironía se presenta al típico creyente "de siempre", al "de toda la vida", que vuelve a casa después de su última correría, dando por descontado que todo vale para entrar por la puerta grande..., con tal que no te vean.
Pero, hete aquí, que la tal puerta grande, la de la religión a la carta, no coincide con el acceso ofrecido por Jesús. Él habla más bien de una puerta estrecha, en la que para entrar hace falta dar con ella y luego caber por ella dejando que Otro te adentre por pura gracia, por regalo inesperado e inmerecido.
Ciertamente, no basta ser paisano del Señor, colega suyo, ser del barrio, como parece desprenderse de la parábola de este Evangelio, que es en el fondo una aguda crítica a la actitud de algunos judíos, los cuales pensaban que la salvación era algo relacionado no con la vida de cada uno sino con el pasaporte o la nacionalidad: como eran judíos, como tenían el pasaporte del pueblo escogido... entonces valía todo.
"Señor, ábrenos, somos los de tu barrio, los de tu pueblo, los de tu grupo..."; y Él respondió: "no os conozco". Y ellos volverán a la carga: "pero ¡si hemos comido contigo, si hemos paseado por las mismas plazas, si somos tus paisanos!". Y Él insistirá: "no sé de dónde venís, ni a dónde ibais, porque podemos pasar por la misma plaza, pero venir de lugares muy distintos y, sobre todo, encaminarnos a sitios muy diferentes... no os conozco". ¡Tremenda frase en labios de Jesús!
Esta reflexión no es sólo válida para aquel entonces para los judíos, sino que también hoy para nosotros los cristianos, este Evangelio es un aldabonazo: nos salvamos si entramos en el camino de Jesús, si pisamos sus huellas, si amamos lo que Él amó y como Él lo hizo, si tenemos al Padre y a los hermanos muy dentro de nuestro corazón, si nuestra vida tiene sabor a bienaventuranza. Solamente entonces, nos sentaremos a la mesa del Reino de Dios, aunque hayamos venido más pronto o más tarde, aunque seamos de oriente u occidente. El nuevo pueblo de Dios, la Santa Madre Iglesia, no tiene pasaporte aunque tiene identidad, no vive de rentas aunque tiene historia. La gracia del Señor, nos hace ligero el equipaje, ágil el andar, y sobre todo Él mismo se hace para nosotros el camino y el compañero caminante. Entremos por su puerta, pues la hizo para nuestra pequeñez, según la medida de su misericordia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario