¡ ESTE ES EL CORDERO DE DIOS, QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO!
“EN AQUEL TIEMPO, AL VER JUAN A JESÚS, QUE VENÍA HACIA ÉL, EXCLAMÓ:
ESTE ES EL CORDERO DE DIOS, QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO. ESTE ES AQUEL DE QUIEN YO DIJE:
Y JUAN DIO TESTIMONIO DICIENDO:
HE CONTEMPLADO AL ESPÍRITU, QUE BAJABA DEL CIELO COMO PALOMA Y SE POSÓ SOBRE ÉL.
YO NO LO CONOCÍA, PERO EL QUE ME ENVIÓ A BAUTIZAR CON AGUA DIJO:
AQUEL SOBRE QUIEN VEAS BAJAR AL ESPÍRITU, Y POSARSE SOBRE ÉL, ESE ES EL QUE HA DE BAUTIZAR CON ESPÍRITU SANTO.
Y YO LO HE VISTO, Y HE DADO TESTIMONIO DE QUE ESTE ES EL HIJO DE DIOS.
ANTES DE INSERTAR EL COMENTARIO QUE EN ZENIT HACE MONSEÑOR JESÚS SANZ MONTES ARZOBISPO DE OVIEDO, QUISIERA HACERME LAS PREGUNTAS SIGUIENTES QUE ESPERO TAMBIÉN SE LAS HAGAN LOS LECTORES DE ESTE BLOG:
¿RECONOCEMOS A JESÚS COMO AL CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO?
¿QUE HACEMOS PARA DARLO A CONOCER A TODOS NUESTROS HERMANOS?
ESTE CORDERO DE DIOS HA VENIDO Y HA DADO SU VIDA POR TODOS NOSOTROS
Y ¿NOSOTROS QUE HACEMOS POR ÉL?
A CONTINUACIÓN EL COMENTARIO DE MONSEÑOR JESÚS SANZ
Evangelio del domingo: Un Cordero de mansedumbre y fortaleza
Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo
OVIEDO, viernes 14 de enero de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario al Evangelio del próximo domingo, segundo del tiempo ordinario (Juan 1, 29-34), 16 de enero, redactado por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo.
* * *
Retomamos el tiempo ordinario y volvemos a la trayectoria de Jesús en su vida pública que a lo largo del año litúrgico se nos propondrá. La primera escena tiene lugar a orillas del Jordán, continuando lo que vimos el domingo pasado en el Bautismo de Jesús. Juan, el precursor del Maestro, utiliza una expresión muy querida para cualquier hebreo religioso: «Al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29).
Los ojos del evangelista que relata este momento quedarán prendados, como quien encuentra finalmente a Aquél que esperaba. De hecho, tanto Juan como Andrés seguirán a ese Cordero, y preguntándole dónde vivía se quedarían con Él aquel día y para siempre. Era el encuentro que sigilará todas sus búsquedas y que dará cumplimiento a todas sus esperas. Por ello, con una extraña anotación cargada de fidelidad, anotará muchos años después cuando escriba su evangelio, que este encuentro tan decisivo sucedió a las cuatro de la tarde (Jn 1,37-39). Como siempre sucede con todo verdadero amor, hace memoria emocionada del primer instante de una historia que permanece y que ha marcado el resto de la existencia.
El Evangelio de Juan, desarrollará este momento inicial a través de los diferentes encuentros entre el Cordero Jesús y las personas que se cruzarán en su camino. Todos ellos recibirán la liberación de su des-gracia sea cual sea su nombre (oscuridad, sed, enfermedad, confusión... pecado), con tal que la confiesen, con tal que no la maquillen ni la disfracen, y reconozcan en Jesús a quien trae la Gracia eficaz para todas sus des-gracias impotentes. Por esta razón, en aquel momento no estaban los que después a lo largo del Evangelio de Juan van a aparecer como los difidentes de Jesús, los prejuiciosos de sus signos y palabras, los enemigos de su vida.
Hay una llamada a reconocernos ante el Cordero que quita los pecados, que nos señala y nos denuncia los pecados de nuestra época y los traspiés de nuestra generación: la mentira, la injusticia, el hedonismo en todas sus formas, el egoísmo disfrazado de cultura de bienestar, las corrupciones oficiales y oficiosas, la matanza de la belleza y de la vida... Y todo esto no para apabullarnos y hacernos pesimistas o reaccionarios, sino para señalarnos y anunciarnos que hay otro modo de vivir y convivir, otra manera de hacer un mundo habitable, otro camino para responder a nuestras preguntas de felicidad: el que nace del reconocimiento de este Cordero y de la adhesión a su vida y su palabra. Este es el Cordero, el que quita nuestros pecados. Por eso hay esperanza.
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