domingo, 3 de abril de 2011

DOMINGO 4º DE CUARESMA (DOMINGO DE LA LUZ)

DOMINGO 4º DE CUARESMA 03-04-11

DOMINGO DE LA LUZ

EL EVANGELIO DE ESTE DOMINGO, EL EVANGELISTA SAN JUAN 9,1-41, NOS DICE QUE:

JESÚS VA POR EL CAMINO Y DE PRONTO VE A UN HOMBRE CIEGO DE NACIMIENTO, ¿Qué HIZO JESÚS?

CON SU SALIVA HIZO BARRO Y LE UNTÓ LOS OJOS, AL MISMO TIEMPO LE DIJO AL CIEGO QUE FUERA A LAVARSE A LA PISCINA DE SILOÉ, ÉL OBEDECIÓ FUE A LA PISCINA SE LAVÓ LOS OJOS Y AL INSTANTE VIÓ, TODOS QUEDARON MARAVILLADOS Y SE PREGUNTABAN ¿ES ESTE EL QUE PEDÍA Y ERA CIEGO DE NACIMIENTO? EL CIEGO RESPONDÍA QUE SI, QUE ERA EL MISMO Y CUANDO LE PREGUNTARON EL COMO SE LE HABÍA ABIERTO LOS OJOS, ÉL NO DUDABA Y DECÍA:

ESE HOMBRE QUE SE LLAMA JESÚS HIZO BARRO, ME LO UNTÓ EN LOS OJOS Y ME DIJO QUE FUESE A SILOÉ Y QUE ME LAVASE. ENTONCES FUI, ME LAVÉ Y EMPECÉ A VER.

REFLEXIÓN Y EXAMEN:

¿Cómo ESTÁ MI VISTA? ¿SOY DE LOS QUE VEO E INTENTO ENSEÑAR A LOS DEMÁS EL CAMINO O FUENTE DE LA LUZ? Ó POR EL CONTRARIO ¡NO ME DOY CUENTA QUE VEO Y ME QUEDO INDIFERENTE!

¡SEÑOR QUE VEA! ESA TIENE QUE SER NUESTRA PETICIÓN A JESÚS DE FORMA ESPECIAL EN ESTE TIEMPO DE ADVIENTO YA QUE, EN NUESTRO CAMINO DE CONVERSIÓN, NO SÓLO TENEMOS QUE ABRIR LOS OJOS Y VER, SINO QUE HEMOS DE SER AUTÉNTICOS MISIONEROS CAPACES DE CON NUESTRA FE, ILUMINAR A TODO AQUEL QUE SE NOS ACERQUE O QUE ESTANDO A NUESTRO ALREDEDOR, NOS PIDA QUE LE ENSEÑEMOS EL CAMINO PARA LLEGAR A DIOS.

SÓLO CON ESA DISPOSICIÓN, ESTAREMOS SIENDO LUZ DEL MUNDO, CAPACES DE INCENDIAR CON LA LUZ DE NUESTRA FE EL AMBIENTE QUE NOS RODEA, QUE ESTÁN CIEGOS Y QUE COMO AQUEL CIEGO, LE DIGAMOS A JESÚS ¡QUIERO VER!
Y ASÍ PODER HACER REALIDAD LA RESPUESTA DEL CIEGO A JESÚS:

CREO, SEÑOR

A CONTINUACIÓN Y TOMADO DE ZENIT, INSERTO EL COMENTARIO DE MONSEÑOR DON JESÚS SANZ MONTES, ARZOBISPO DE OVIEDO




Evangelio del domingo: Cuando el corazón se queda ciego
Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo
CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 1 de abril de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario al Evangelio del próximo domingo, cuarto de Cuaresma (Juan 9,1-41), 3 de abril, redactado por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo.
* * *


Decimos en el dicho popular que los ojos son las ventanas del corazón. Y el autor de El Principito (Antoine de Saint Exupery), dirá aquello célebre: que lo importante sólo se ve con el corazón. No siempre vemos bien las cosas, ni las gentes, ni la misma vida, porque no siempre amamos. Hay una especie de "miopía" del corazón. En el camino hacia la Luz pascual, la Iglesia hoy nos invita con la Palabra de Dios a comprobar la vista de nuestro corazón y el amor de nuestra mirada. Son tres los protagonistas que llenan este escenario evangélico: Jesús, el ciego de nacimiento y los fariseos.
En primer lugar está el ciego de nacimiento que es visto por Jesús, un invidente que es alcanzado por la mirada de Jesús. No es una ceguera culpable la suya, ni tampoco maldita, cuando su destino último será nacer a la luz. El encuentro con Jesús, sencillamente anticipa ese nacimiento luminoso. A pesar de su tara física, menos mal que su madre no lo abortó y tampoco lo "eutanasiaron" después. Para él fue posible con antelación el encuentro con Aquel después del cual ni la oscuridad, ni la ceguera, ni el mal, ni el pecado... tiene ya la última palabra.
Los fariseos tenían otra ceguera, mucho más compleja y difícil de salvar porque estaba ideologizada, tenía intereses creados, tantos que hasta les impedía reconocer lo evidente: que un ciego de verdad, de verdad llegó a ver. Y tendrán que encontrar alguna razón para seguir justificándose en su posición. Ellos determinarán que Jesús no puede venir de Dios cuando hace cosas "aparentemente" prohibidas por Dios por ser en sábado -son las apariencias del mirar humano-. Se afanan en un capcioso interrogatorio: preguntan al ciego, a sus padres, al ciego de nuevo... pero no quieren oír cuando lo que escuchan no coincide con sus previsiones.
Hemos de situarnos dentro de este Evangelio: con nuestras cegueras y oscuridades ante Jesús Luz del mundo. La gran diferencia entre el ciego y los fariseos estaba en que el primero reconocía su ceguera sin más, y por eso acogió la Luz, mientras que los segundos decían que veían y por eso permanecían en su oscuridad, en su pecado. No les bastaba a ellos con estar en la sinagoga, como no nos basta a nosotros con estar en la Iglesia, si nuestro estar no está iluminado y no es luminoso, si no caminamos como hijos de la luz buscando lo que agrada al Señor. Los fariseos sabían muchas cosas de Dios, pero no sabían a lo que sabe Dios; ellos pensaban que veían las cosas en su justa medida -la suya-, pero ésta no coincidía con la de los ojos de Dios. Este es nuestro reto.
Envìa esta noticia a un amigo
arriba

No hay comentarios:

Publicar un comentario