sábado, 16 de octubre de 2010

¿SABEMOS ORAR? DOMINGO 29 DEL TIEMPO ORDINARIO

DOMINGO 29 DEL TIEMPO ORDINARIO
ANTES DEL COMENTARIO DE ESTE EVANGELIO, SE ME OCURRE QUE SERÍA BUENO EL QUE NOS EXAMINARAMOS INTERIORMENTE Y NOS HICIÉRAMOS LAS SIGUIENTES PREGUNTAS:

1ª.- ¿SABEMOS ORAR? ¿COMO ES NUESTRA ORACIÓN?
2ª. ¿REALMENTE, PONEMOS EN DIOS TODA NUESTRA CONFIANZA?
3ª.-¿SABEMOS QUE LA ORACIÓN, DIÁLOGO INTIMO CON DIOS, DEBEMOS HACERLA CON PLENA CONFIANZA EN ÉL? Ó ¿SÓMOS DE AQUELLOS QUE DESDE QUE ABRIMOS LA BOCA QUEREMOS VER HECHA REALIDAD LO QUE PEDIMOS? ¿CUANDO POR LA CAUSA QUE SEA NO SE NOS CONCEDE LO QUE PEDIMOS? ¿COMO REACCIONAMOS?
¡AMIGOS! AHORA LES DEJO CON EL COMENTARIO EXTRAIDO DE ZENIT
Evangelio del domingo: El horario de Dios

Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm
OVIEDO, viernes, 15 octubre 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario al Evangelio del próximo domingo, 17 de octubre, XXIX del tiempo ordinario (Lucas 18,1-8), redactado por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y de Jaca. :

La enseñanza de Jesús sobre la oración no era una cuestión banal. Él quería enseñar a sus discípulos a orar de tal manera que permanentemente pudieran estar hablando-con y escuchando-a Quien permanentemente está dispuesto a acoger nuestras palabras y a dirigirnos las suyas.
El Maestro les propone una parábola con dos personajes curiosos: un juez y una viuda. La persona más desprotegida que demanda ayuda al juez menos indicado. Hasta aquí los personajes de la parábola de Jesús que podríamos llamar pintoresca, y adivinamos los ojos de los discípulos mirando a Jesús mientras les exponía la parábola. ¿En qué quedaría toda la escena? ¿Cómo se resolvería la importunidad de la pobre mujer ante la inmisericordia del injusto juez?
Dice Jesús que aquél juez de mucha ley y poco corazón, terminó por ceder ante la viuda y determinó hacer justicia ante el adversario de ésta. Pero no porque hubiera cambiado en sus adentros, sino simplemente por proteger sus afueras, es decir, por puro temor y para que le dejasen en paz: por si la viuda le pegaba en la cara y para que no lo siguiera fastidiando. Aquí se pararía el Señor y les diría a los discípulos: ¿os dais cuenta qué ha hecho este juez injusto? Al final ha hecho justicia ante una pobre mujer que suplicaba. Un hombre que no ha sido capaz de hacerlo por la verdadera razón: el servicio al otro, el derecho del otro, el amor al otro, lo hizo por egoísmo, por amor a sí mismo... pero lo hizo. ¿Y Dios? ¿Qué hará Dios? ¿Cómo se comportará ante sus elegidos que día y noche le gritan y suplican?
El cristiano es el que precisamente aprende a vivir desde la inagotable relación con su Dios y Señor, en un continuo cara a cara ante su bendito Rostro, con un constante saberse mirado por los ojos de Otro. Esta Presencia que es siempre compañía y jamás se escurre como fugitiva, no nos ahorra a los cristianos la fatiga apasionante del vivir de cada día con todas sus luces y sus sombras, pero sí que nos permite vivirlo de otro modo, desde otros Ojos que nos ven, desde otro Corazón que nos ama y por nosotros palpita y desde otra Vida que nos acoge regalándonos la dicha.
La oración, como certeza de una compañía de aquel que nos habla y nos mira, es una educación para la vida: también nosotros cristianos podemos sufrir todas las pruebas, pero nunca con tristeza y desesperanza. La circunstancia puede que no cambie, pero sí nuestro modo de mirarla y de vivirla, porque sabemos que Dios nos la acompaña sin interrupción, en horario abierto y sin declino.

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