viernes, 10 de septiembre de 2010

DOMINGO XXIV -PARÁBOLAS DE LA MISERICORDIA

DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO

La Palabra de Dios para este fin de semana no tiene desperdicio alguno, es más, palabra de Dios que tenemos que meditar y examinarnos para ver como estamos respondiendo, en como nos preocupamos de nuestro prójimo, en cual es nuestra posición ante Dios, que valor le damos a las cosas de DIOS.

¿somos como aquellos fariseos que criticaban a JESÚS porque se reunía con publícanos y pecadores? ¿Hacemos nosotros lo que hacía Jesús? O ¿somos como aquellos fariseos que cuidaban el no reunirse con pecadores, porque nos consideramos de una persona especial?

Estoy seguro que si meditamos las lecturas y el comentario del Arzobispo de Oviedo que sobre ESTA LECTURA, publicado por la Agencia Zenit y siempre hace la invitación para que lo enviemos a los amigos y yo desde luego considero que Evangelio del domingo: ¿Es usted un pródigo? Mis amigos son sobretodo los lectores de mi BLOG.
Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm
OVIEDO, jueves, 9 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario al Evangelio del próximo domingo, 12 de septiembre, XXIVdel tiempo ordinario (Lucas 15, 1-32), redactado por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y de Jaca.
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Estamos ante una de las páginas evangélicas más sobrecogedoras, en las que como decía Charles Péguy, Dios parece que ha perdido la vergüenza. Ante la pregunta sobre la misericordia, Jesús describe una parábola, que simbólicamente representa a los dos tipos de personas que estarán en torno a su vida: los publícanos y pecadores por un lado, y los fariseos y letrados por otro. Pero el protagonismo no re cae en los hijos ni en sus representados, sino en el padre y en su misericordia.
Publícanos y pecadores (el hijo menor): Este hijo siempre había sido medidor de su destino: decidirá marcharse y regresar, haciendo para ambos momentos un discurso ante su padre. Sorprende la actitud del padre descrita con intensidad por una lista de verbos que desarman los discursos de su hijo, y que indican la tensión de su corazón entrañable: "cuando estaba lejos, su padre lo vio; y echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo" (Lc 15,20). Es el proceso-relato de la misericordia. Y el error de aquel hijo menor, que le condujo a la fuga hacia los espejismos de una falsa felicidad y de una esclavizante independencia, será transformado por el padre en gozo y encuentro, en alegría inesperada e inmerecida. La última palabra dicha por ese padre, que es la que queda sobre todas las penúltimas dichas por el hijo, es el triunfo de la misericordia y la gracia.
Fariseos y letrados (el hijo mayor). Triste es la actitud de este otro hijo, aparentemente cumplidor, sin escándalos... pero resentido y vacío. No pecó como su hermano, pero no fue por amor al padre, sino a sí mismo, a su imagen, a su fama. Cuando la fidelidad no produce felicidad, es señal de que no se es fiel por amor sino por interés. El se había quedado con su padre, pero había puesto un precio a su gesto, que le impedía quedarse como hijo. Teniéndolo todo, se quejaba de la falta de un cabrito. Quien vive calculando, no puede entender, ni siquiera ver, lo que se le ofrece gratuitamente, en una cantidad y calidad infinitamente mayor de cuanto se puede esperar.
Acaso cada uno de nosotros seamos una variante de esta parábola, y tengamos parte de la actitud del hijo menor y parte de la del mayor. Lo importante es que en la andanza de nuestra vida podamos tener un encuentro con la misericordia. Hay muchas maneras de vivir lejos del Padre Dios, y muchos modos de des preciar su amor estando junto a Él, porque podemos ser un hijo perdido o un hijo huérfano. La trama de esta parábola es la de nuestra posibilidad de ser perdona dos. El sacramento de la Penitencia es siempre el abrazo de este Padre que viéndonos en todas nuestras lejanías, se nos acerca, nos abraza, nos besa y nos invita a su fiesta. Esta es la revolución de Dios, que de modo desproporcionado y gratuito, con su propia medida, no quiere resignarse a que se pierda uno solo de sus hijos queridos.
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